La verdad acerca de la correspondencia
transportada
Algerio
Nonis
Miembro
de AEROFILA y del
Instituto
Nacional Newberiano
Después de
cincuenta y tantos años de haberse realizado, uno a visto y leído numerosas
notas y artículos sobre este interesante y primer intento de unir Buenos Aires
con la Antártida Argentina, a través de un vuelo en el que se transportó
correspondencia.
Esta hazaña la
realizó la Aviación Naval Argentina, muy bien descripta en el segundo tomo de
la “Historia de la Aviación Naval Argentina”, editado por el Departamento de
Estudios Históricos Navales, que en las páginas 628 y 629 nos dice:
Constituido el “Grupo de Reconocimiento Uno”, bajo
el mando del Capitán de Fragata Pedro E. Iraolagoitía, formada por las Fragatas
A.R.A. “Sarandí” y A.R.A. “Hércules” y los “Catalinas” antes nombrados más el
“2-P-6”.
Volaron estos a Río Grande mientras los buques se
sitúan en el Pasaje de Drake para dar apoyo meteorológico, en tanto que el
remolcador A.R.A.”Sanavirón” se desplaza
a Decepción.
Con pronóstico favorable, el 7 de febrero de 1952, a
09.50 horas, zarpan de la Estación Aeronaval Río Grande (entonces con pistas de
tierra y ripio) los Catalinas “3-P-5” y “2-P-3”, quedando el “2-P-6” como
eventual apoyo y a la orden de esa Estación Aeronaval.
Por la ruta del Cabo de Hornos, Pasaje de Drake,
Isla Snow, se arriba a Decepción a 15.30 horas, acuatizándo dentro del
extinguido volcán.
Las tripulaciones de los hidroaviones estuvieron así
constituidas:
“3-P-5”
Comandante de vuelo, Capitán de Fragata, Pedro E.
Iraolagoitia,
Capitán de Corbeta, Edgardo S. Andrew,
Piloto, Teniente de Fragata, Halfdan Hansen,
Teniente de Corbeta, Alfredo Martínez Magaña,
Teniente de Corbeta, Héctor Díaz Quijano,
Suboficial 2º Aeronáutico, José Parisi,
Suboficial 2º Aeronáutico, Basilio Dignant,
Cabo Principal, F. Benennatti.
“2-P-3”
Teniente de Navio, Guillermo J. Campbell,
Piloto, Teniente de Fragata, Guillermo H. Ferreyra,
Teniente de Corbeta, Roque Berted,
Teniente de Corbeta, Edmundo Grimaux,
Suboficial 2º Aeronáutico, Héctor Pugliese,
Cabo Principal, G. Careglio.
El “3-P-5” llevó a borde el primer “radar de
exploración” utilizado por avión argentino alguno, siendo usado por las
condiciones imperantes durante la primer parte del vuelo, que además de reunir
las circunstancias pioneras ya anotadas, llevó por primera vez coreo aéreo
argentino a nuestra Antártida.
Los Catalinas “3-P-5” y “2-P-3” emprenden el regreso
el 10 de febrero de 1952 a 05:00 horas desde Decepción, siguiendo la misma ruta
(ahora inversa) de su vuelo anterior.
Aterrizan en Río Grande, se reabastecen y parten
inmediatamente rumbo a la Base Aeronaval Comandante Espora, la que sobrevuelan
sin aterrizar, poniendo proa a Buenos Aires, llegando a su Aeroparque a las
23.30 horas del mismo día.
Han unido por primera vez, en el día de la Antártida
Argentina con la Capital Federal, al par de enlazar al Continente Blanco con el
Americano en vuelo directo, también por primera vez.
En una nota
publicada por el señor Eduardo Premorí sobre matasellos falsos de la “Primera
Estafeta Aeronaval” en la “Revista Comunicaciones”, del mes de noviembre de
1960, y su aclaración en el siguiente ejemplar de diciembre, se sostenía esta
teoría.
Luego de un
estudio y comprobación microfotográfica, se llega a la conclusión que las
piezas expuestas no son falsas y menos sus dos matasellos confeccionados en
metal, que son los originales.
La explicación
puede ser esta: en las tres tarjetas expuestas con el matasellos “Primera
Estafeta Aeropostal” aplicado en el frente de estas tarjetas, con las dos
cancelaciones una al lado de la otra, se puede apreciar, sin duda alguna, en la
segunda, que esta libre y no sobre los sellos postales, su legitimidad.
La sospecha
nace en el matasello aplicado en el reverso de estas tres tarjetas, al notarse
lo borroneado, entintado y mal aplicado del matasello metálico de recepción en
la Base Antártica de Decepción.
Esto se debió:
1º) a que la
tinta usada por el Correo era muy acetosa;
2º) la persona
encargada de aplicar el matasello no era personal del Correo y, por lo tanto,
sin experiencia en el correcto manejo del matasellos, que lógicamente requiere
su técnica;
3º)
seguramente estas piezas fueron unas de las primeras en ser mataselladas y el
elemento obliterador debía estar lleno y muy cargado de tinta.
En otras notas
uno lee que se despachó gran cantidad de piezas, oficiales y particulares, así
como también abundantes tarjetas de aviso de radioaficionados.
La casi
totalidad del material oficial del Correo (tarjetas
y sobres) fue franqueado, cada uno, con dos sellos postales de 20 centavos
de la serie “Centenario de la Muerte del General Don José de San Martín”
Conviene
aclarar que las piezas oficiales y particulares eran las destinadas a los
miembros militares y científicos que cumplían determinadas tareas en la
Antártida y que las abundantes tarjetas de radioaficionados y los sobres
franqueados con los sellos postales de 20 centavos de la nombrada serie fueron
preparados especialmente por la Secretaría de Comunicaciones de la Nación, o
sea el propio Correo.
Según lo
informado por algunas fuentes informativas, se preparó una cantidad
indeterminada de estas piezas dentro de la mayor discreción, casi en secreto, y
sin ninguna comunicación respecto.
A tal punto
fue la reserva del transporte de correspondencia filatélica a la Antártida, que
ningún coleccionista pudo enviar sus piezas.
Pero en el
curso de mí actuación como Jurado de Aerofilatelia he visto en diferentes
Exposiciones Filatélicas la exhibición de estas tarjetas de radioaficionados,
con el nombre y la dirección del expositor.
Podemos
asegurar que estos datos personales fueron escritos meses o años después del
vuelo.
Nunca ates.
Explicaremos
el porqué de tanto secreto con relación a este primer vuelo desde Buenos Aires
a la Antártida Argentina.
A un sagaz y
lúcido funcionario del Correo, que tuvo conocimiento del vuelo mediante la
información proporcionada por la Aviación Naval, se le ocurrió la idea de
preparar determinada cantidad de piezas filatélicas para luego venderlas a los
coleccionistas a total beneficio de la “Fundación Eva Perón”.
Por este
motivo se usaron las “Tarjetas Aviso de los Radioaficionados” y sus
correspondientes sobres que existían en cantidad en una dependencia del Correo
Central. Estos elementos eran usados por los radioaficionados para sus
transmisiones radiales.
Tenían impreso
el mapa de la República Argentina con sus dependencias y la letra código
respectiva de cada una de las provincias.
Estaban
impresos en diferentes colores y para el vuelo naval los colores fueron el
rojo, azul, verde y gris.
Todas estas
tarjetas y sus sobres muestran dos matasellos.
La razón de
ello fue -como ya se explicó- que se obliteraron en pleno vuelo por
personal no postal, con poca experiencia para la tarea resultando así
matasellos borrosos o poco nítidos que no podían satisfacer las exigencias de
los filatelístas. Fue por esa circunstancia, al llegar las piezas de regreso al
Correo Central, se procedió a aplicar nuevamente el matasellos pero no sobre
los sellos postales -que ya estaban
cancelados- sino a un lado de los mismos, de modo que resultaran
perfectamente legibles.
Todos los
nombres y direcciones de las tarjetas y sobres fueron escritos a lápiz e
invariablemente estaban relacionados con funcionarios del Correo Central y de
la “Fundación Eva Perón”.
En la mayoría
de las pocas piezas que se han visto, las direcciones y nombres escritos a
lápiz fueron borrados. Por eso algún coleccionista reemplazó tales datos por
los propios.
En definitiva,
todas las piezas preparadas en el Correo Central para ser vendidas a los
coleccionistas en beneficio de la “Fundación Eva Perón”, no se comercializaron.
Otro
funcionario postal, con distinto criterio, tomó la determinación de anular
dicha intención quizás por una cuestión política dad la enfermedad de la
titular de La Fundación o bien por interpretar que el Correo Central, como
entidad oficial, no podía prestarse a una operación mercantil de este tipo.
Consecuentemente,
ordenó destruir todas las piezas filatélicas provenientes de la Antártida.
Pero como
siempre ocurre, llámese casualidad algunas de estas piezas “se traspapelaron” y
aparecieron en venta en los puestos ubicados en las inmediaciones del famoso
ombú, del Parque Rivadavia, en el barrio de Caballito, para alegria de los
filatelístas -y en particular de los
aerofilatelistas- que los días domingos se reúnen en ese lugar.
Un
acontecimiento tan trascendente como fue el histórico vuelo que unió por
primera vez Buenos Aires con la Antártida Argentina, debía contar con un
testimonio veraz -en este caso de
carácter postal- que sirviera para recordar en el transcurso del tiempo la
inigualable hazaña de la Aviación Naval.
Nota de
Redacción:
Respecto al
vuelo efectuado en 1952 con descenso en la Antártida Argentina y retorno, a
cargo de la Aviación Naval, cabe tener en cuenta que en los ejemplares números
28 (páginas 4 a 14) de septiembre de
2003 y 36 (páginas 26 a 41) de julio
de 2006, de este “Boletín Aeropostal”, se incluyeron trabajos con comentarios
y documentación que se complementan
ahora con el artículo preparado por el señor Algerio Nonis, miembro fundador y
primer presidente de AEROFILA.
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MATERIAL INCLUIDO EN LA INVESTIGACIÓN
C150722A1
Tarjeta
despachada a la Antartida, con escritura a lápiz a nombre de la Fundación Eva
Perón, igual que la C150722A2.
C150722A2
Otra tarjeta despachada a la Antártida,
también con escritura a lápiz a nombre de la Fundación Eva Perón.
C150722A3
Tarjeta de radioaficionado despachada a
la Antártida, en la que se ha borrado el destinatario original sustituyéndolo
por uno particular.
C150722A4
Tarjeta y sobre reservado a los
radioaficionados y despachado a la Antártida.
C150722A5
Rara e interesante pieza preparada por
el Aviador Naval e improvisado estafetero postal, Teniente de Fragata Dn.
Guillermo H. Ferreira, tripulante del Catalina 2-P-3.
El matasello aplicado sobre un valor
ordinario de 40 centavos es limpio y legible.
C150722A6
Pieza postal circulada en ocasión del
60vo. Aniversario del Primer Correo Aéreo a la Antártida.
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