El vuelo correspondía a un período de curso de helicópteros Navales y consistía en trepar hasta el máximo techo del helicóptero para comprobar su distinto comportamiento en altura y sonido del motor.
Cuando estaba aproximadamente a 8000 pies aprecié efectivamente ese distinto comportamiento, pero el sonido del motor me despertó dudas, por lo que inicié el descenso y aterricé en un campo próximo a la Ruta 3 (cerca de la estación Calderón, Prov. de Bs. As.). Allí realicé todas las pruebas necesarias sin notar anormalidad alguna. Habiendo cumplido el objetivo de la misión, decidí regresar a Espora volando a baja altura y paralelo a la Ruta 3. Como a un costado había postes con cables telegráficos, pasé por sobre ellos continuando el vuelo del otro lado de la ruta.
Pasé al costado de un almacén donde había varias personas saludándome, les respondí el saludo y casi inmediatamente sentí un fuerte chasquido a la altura de la cabeza del rotor, por lo que supuse me había llevado por delante un cable de luz o telégrafo, más tarde me entere que había dejado sin luz a una escuela.
Luego del impacto me distraje mirando los instrumentos y al levantar la vista tenía a pocos metros una hilera de cables telegráficos a mi misma altura, (lo que sucede es que la Ruta 3 hacia una curva a la izquierda, los postes también, lo cual yo no había percibido).
El impacto destruyo totalmente la burbuja de plástico y los cables se cortaron con los bordes de la cabina, lastimándome la cara, y además averiando los controles del helicóptero al pasar algún cable por encima de la cabina y golpear contra la cabeza del rotor.
Mire el suelo que se acercaba rápidamente y recuerdo que lo único que pensé fue «¡Me mato!». El impacto fue muy fuerte, máxime que el helicóptero tenía esquíes (sin amortiguación como con ruedas). Saltaron pedazos por todos lados y por suerte no se prendió fuego, ya que el tanque se rompió derramando combustible. Oportunamente el helicóptero cayó derecho, sin volcarse, quedando situado entre la ruta y un profundo desnivel al costado de la banquina.
Interrogué al Marinero si se encontraba bien y la única respuesta fue «A la p.... » y luego no habló más!
Bajamos del helo comprobando que no teníamos otras lesiones visibles más que las de la cara. Yo volaba con capote y tenía marcados los cables en el mismo.
Dejé al Marinero de custodia y acepté el ofrecimiento de un automovilista de acercarme a la Base. Al pasar por la guardia caminando, note los ojos atónitos del personal al ver un oficial, con capote, sin gorra y la cara ensangrentada.
Al llegar al hangar me rodearon y expliqué lo ocurrido, comenzando así la operación de rescate. Un viejo suboficial que adoraba los helos por sus muchos años en la escuadrilla decía «tengan cuidado con la cola al subirlo al camión», y yo pensaba «si lo vieras».
Se procedió a cargar el helo en la parte posterior del camión y de allí al hangar donde luego se le sacaron las pocas partes recuperables.
Al día siguiente me dolía hasta el pelo y haciéndome una revisación completa, detectaron una pequeña fractura en el esternón. Y pensar que el motivo del vuelo fue: «¡Vuelo en altura!»
Fecha: 5 de Junio de 1959
Aeronave: Bell47D «2-H-401»
Tripulación:
Tripulación:
Piloto: Teniente de Corbeta Norberto Perasso
Acompañante: Marinero Mellina
Recopilación:
Lorenzo Borri
Fuentes consultadas:
Lorenzo Borri
Fuentes consultadas:
REVISTA MACH 1 (Circulo Informativo Profesional de la Aviación Naval Argentina) Nº58.
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