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viernes, 28 de julio de 2017

OPERACIONES AEREAS EN MALVINAS


Hace algún tiempo conversaba con un integrante de la ANAC sobre la posibilidad de contar las experiencias de haber trabajado en situación de guerra con Aeronaves. Creo que es una buena síntesis sería reafirmar que la seguridad de vuelo es una condición innegociable y eso fue así en Malvinas.

Cuando estalló el conflicto yo prestaba servicios desde hacía unos meses en la “Segunda Escuadrilla Aeronaval de Sostén Logístico Móvil “, perteneciente a la Fuerza Aeronaval número tres “ con asiento en Ezeiza. Cuatro meses atrás había sido papá de mi primer hija revistando en la Escuela de Aviación Naval en PDI y una situación especial me había llevado a ese destino. La Escuadrilla había afectado sus tres aviones aunque dos de ellos, el 5T20 y 21 fueron  más aptos para las misiones por tener puerta de carga.

Tanto la Base Aeronaval Ezeiza, como Ushuaia y las mismas Malvinas eran los lugares donde eventualmente deberíamos llevar a  cabo nuestro trabajo como mecánicos y Tripulantes. Cada espacio con diferentes niveles técnicos y operativos de participación. Las comisiones (aviones y personal) duraban una semana y regresaban a Ezeiza donde la Escuadrilla toda y el ARV3 trabajaban “H24” en tres turnos diarios asegurando la solución de fallas y el mantenimiento inmediato. La imprevisibilidad de la operación de guerra exigía los aviones en servicio a “x“ cantidad de tiempo.


Participé en dos comisiones con base en Ushuaia, durante la segunda semana de abril y la tercera de mayo. Como tripulante estaba abocado a la carga y descarga del avión y el mantenimiento de pre y post vuelo. Tenía solo un entrenamiento básico en esa Aeronave, pero hay un universo de tareas técnicas y logísticas a realizar para que una aeronave vuele con la seguridad y operatividad necesarias.

Tras los vuelos los aviones debían ser lavados con agua dulce, esta rutina siempre se llevaba a cabo luego de hacer travesías sobre el mar. En estos casos y en el último tiempo del conflicto los aviones volaban a quince metros sobre el agua y sus parabrisas eran batidos por las olas casi constantemente. El vuelo transcurría por demás calmo y sereno. Esa calma era tensa y sinónimo que “la tormenta“  podía avecinarse en cualquier momento. Esto sucedió cuando varias misiones de vuelo debieron abortarse por asecho del enemigo y regresar afortunadamente a salvo. Es curioso como el entrenamiento (el mío era en otras aeronaves; pero había participado del conflicto con Chile por el Canal de Beagle cuatro años atrás con NA T28 operando en la Isla) sistemiza las mecánicas. El grupo funcionó en absoluta armonía de movimientos y actitud; el objetivo era permanecer el menor tiempo posible en Puerto Argentino; bajar y subir todo lo que había que transportar (municiones, pertrechos, víveres, heridos o lo que fuere) ir y regresar a salvo.

La conciencia aeronáutica cobra un sentido más amplio en estas ocasiones; es una forma, una actitud de abordar la tarea y una vez asumida su mecánica se traslada inevitablemente a todas las actividades que uno desarrolla. El método, las herramientas, la bibliografía siempre a mano y el entrenamiento, hacen al buen mecánico Aeronáutico; es decir, a todos los que nos movemos en este fascinante medio. El trabajo en equipo hizo que la sumatoria de las capacidades del grupo (en nuestro caso) nos trajeran a salvo con el objetivo cumplido. Mis respetos a quienes cumpliendo con su deber y en la máxima expresión de la entrega, asombraron al mundo con su arrojo.

Atentamente
          Daniel Eduardo Cazaubon
                    SIAE (RE) VGM

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