La tarde del 11 de
junio de 1961, no estando presente el Comandante de la Escuadra Aérea Nº 3, solicité autorización
para entrevistar al Comandante de la Fuerza Aeronaval Nº 2 Capitán de Navío Néstor
Noriega, a quien pregunté cual era el límite del área de responsabilidad de su
unidad. La respuesta sin hesitación fue "Todo el mar argentino". Como
ante la siguiente pregunta sobre limitaciones respondiera que
"Ninguna", le informé que al día siguiente haría un vuelo a Malvinas.
Para el 12 de junio estaba
previsto hacer con el 2-P-103 (CC De Martini, CC Canel)* el primer vuelo de Control de Tráfico Marítimo
del año, volando a cien millas de la costa hasta el Drake. Así es que zarpamos con
toda normalidad, como para realizarlo.
A las 09.30 y volando a la altura
de Puerto Deseado el Comandante pidió simplemente "Rumbo a Puerto Stanley",
¡¿"Repita?!" fue la también simple respuesta del OCO (Oficial Control
de Operaciones). Cuando la pregunta fue repetida, ya no quedó ninguna duda de
que se iba a Puerto Stanley. Una de esas intangibles sensaciones de alborozo
circulo por los puestos del avión, cuyos tripulantes todos habían soñado más de
una vez con ese día. El Copiloto, entonces Tte. De Navio García Boll, apenas
esbozó una sonrisa en la comisura de los labios, como era su estilo.
Adoptado el nuevo rumbo, la
espera se hizo interminable.
Las doscientas setenta millas que
separaban las Islas Sebaldes de la posición del avión, cien minutos de vuelo a
los ciento sesenta nudos que desarrollaban, parecían elásticas. Por fin los
primeros escollos del archipiélago aparecieron emergiendo de entre un
envoltorio de nubes bajas.
Inevitablemente el lugar trajo a
la mente de los tripulantes el recuerdo del vuelo que en 1940, por orden del
Presidente Dr. Castillo y en búsqueda del crucero británico HMS Ajax que había
participado en la Batalla del Río de la Plata contra el acorazado de bolsillo
alemán Graff Spee; realizaran tres Consolidated comandados respectivamente por
los entonces Teniente de Navio Salustiano Mediavilla, Teniente de Fragata Juan
Carlos Corbeta y Alférez de Navio Alois Fliess.
Óleo Sra. Susana Garimaldi (Colección pictórica del MUAN) |
Unieron en ocho horas San Julián
con las Islas Malvinas en el sector que sobrevolaban.
Seguimos corrigiendo apenas el
rumbo y un rato después, las pocas construcciones que junto al río Trullo
permiten distinguir Puerto Natividad de las otras caletas que lo rodean, aparecieron
como pequeñas formas geométricas regulares en el fondo de ese accidente
geográfico.
Trepamos para sortear con
comodidad las cumbres que tenían delante, los montes Hornby y María. Cruzamos
con rumbo NNE el estrecho de San Carlos por Puerto Howard y cuando quedamos en
franquía, descendimos hasta muy poca altura en previsión de que algún radar nos
detectara y pudiéramos ser interceptados antes de cumplir su cometido.
Esto, a pesar de la tranquilidad
que nos daba el equipo de CME (Contramedidas electrónicas).
La llanura que sobrevolábamos al
norte de la Isla Soledad a poco más de cien pies, estaba cubierta de pastos de
un verde esmeralda. Vimos pasar a nuestro lado una casa que con su techo de
paja y barro parecía copiada de alguna de las que pueblan la campiña de Susex.
Por la proa y algo a babor
apareció otra más importante.
Se fueron acercando y pudimos ver
que toda una familia salía agitando los brazos en señal de saludo. Movimos las
alas en respuesta. Al tiempo que, con sorpresa notábamos que por su altura los
pastos llegaban a la cintura de los pobladores, vimos también que el agitar de
brazos se detenía súbitamente ante la comprobación de que en la gran cola del avión
azul oscuro se destacaban los colores argentinos.
Recalamos en Puerto Luis,
seguimos hasta Punta Águila y pusimos rumbo a Puerto Stanley. Cuando estábamos
llegando, ganamos altura y luego de sobrevolar y fotografiar la que desde 1982
será siempre Puerto Argentino (eran las 1242); seguimos bordeando la costa
hasta las Islas de los
Lobos Marinos. Esa costa, hoy
yerma por la depredación, que en 1868 había recorrido y descripto tan
admirablemente el Comodoro Augusto Lasserre, en su carta de noviembre de ese
año, a José Hernández, que es ejemplo de precisión y elegancia de estilo.
Eran las 1310 cuando se cambió el
rumbo por uno directo a Río Gallegos. El 2-P-103 aterrizó en Aeronaval Gallegos
a 1615, con los últimos rayos del triste sol de esta tarde de invierno.
* No se tienen datos del resto de la tripulación.
Extraído del artículo “Que
tiempos”, autor CN (RE) Siro de Martini – Revista Mach 1 Nº 26 (julio, agosto,
septiembre 1989)
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