Fue
en la mañana del Domingo 16 de noviembre
del 2014 en que, y como el destino me tiene deparado asistí una vez más a un
momento histórico en la Base Aeronaval Comandante Espora. Me sentí un viajero del tiempo y una persona
sacudida por visiones del reciente pasado, si ocurrió así. Lo vi al Capitán
Rodolfo Castro Fox con sus siete décadas bien puestas caminando bajo el sol de
la mañana en la plataforma de Espora con su overol personal, sus botas de
vuelo, hasta el abrojo con su rango de Capitán de Navío puesto en su traje de
vuelo. Lo vi ascender al T 28 Fennec para volar junto a uno de sus pilotos en
la época de Malvinas el aquel entonces el Teniente de Fragata Diego Goñi ahora
retirado también y uno de los tres pilotos actuales del T 28. Jóvenes que en aquel momento con una madurez
vital para el vuelo sobre el mar y sobre un portaaviones aprendieron a ser un grupo selecto de
aviadores operando en condiciones restringidas a bordo de una pequeña cubierta
de vuelo. Me sentí un afortunado en una capsula de tiempo, no tome fotografías,
pensé que se esto se grabaría mejor en la memoria y asi ocurrió.
Minutos
más tarde observe la silueta del T 28 acompañado de su ronquido despegando en
una soleada mañana de Espora. La base volvió a su terrible silencio actual,
algo doloroso para cualquiera que ame la aviación. Pero ahí estaba el T 28
exorcizando con su tronar los fantasmas de la base, llamándolos a despertarse,
bajo ese sol adivine por un momento a
los jóvenes mecánicos de la segunda de ataque casi invisibles saliendo del
hangar, sacando uno tras otros hacia la plataforma varios T 28 y de pronto lo
irreal parecía real.
Goñi
aterrizo retorno a la plataforma corto
motor y al detenerse la hélice aquel instructor de tantos alumnos en T 28
conservaba la misma mirada que seguramente tuvo con sus alumnos, tranquilidad.
Que le pareció Zorro?
Le pregunto Diego Goñi a Castro Fox. Aplazo!
Fue la respuesta de su comandante durante la Guerra de Malvinas. Cuantas veces les explique que el tren debe
plegarse luego de haber alcanzado el final de pista y asi tener oportunidad
para definir mejor el retorno en un caso de emergencia. La sonrisa inicial
dio paso a un pensamiento que me conmovió. Hacia 37 años que “El Zorro” Castro
Fox no subía a un T 28 y allí estaba tan vital como lo fue en sus años de
piloto en servicio. La vitalidad, tranquilidad, caballerosidad y simpleza con que expreso su
agradecimiento a Fred Machado dueño del T 28 y sus dos hijos, sus dos pilotos,
uno en A4Q y otro en la época de los Aermacchi culmino ese momento mágico. Fue
un momento único, éramos un puñado de personas. Luego lo vi irse al Zorro en su
auto, solo, pasando por la guardia y quienes quizá algún día sepan la historia
de esta leyenda viviente. Seguro su viaje hasta su casa se le hizo corto
volviendo a revivir esos momentos épicos en un avión “macho” y pistonero en ese
cielo en el que alguna vez solo se habrá despedido solo en una cabina de la
aviación naval y hoy volvio para darle la bienvenida.
Texto
Claudio Meunier - Foto Lorenzo Borri, testigos presenciales de un momento
histórico.
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