24-5-2012 | El
suboficial mayor retirado Enrique Miguel fue uno de los hombres que
viajó a Estados Unidos y vino con los seis aviones a bordo del ARA
“Independencia”. Hoy, medio siglo después, recuerda la experiencia.
Fue así que en 1960 se hicieron los primeros contactos para la transferencia de un lote de aviones bimotores Grumman S2F-Tracker. Para ello, en 1961 –al mando del capitán de corbeta José Grau– seis pilotos, tres ingenieros, 28 suboficiales y siete civiles viajaron a Estados Unidos para capacitarse en la operación de estas aeronaves.
Entre esos hombres estaba el suboficial mayor (RE) Enrique Miguel. Tiene 82 años y recuerda como si fuera hoy la importante empresa y cómo fue la conformación de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina.
“En el año 61 me tocó la comisión a Estados Unidos para buscar los Tracker; fuimos en tres grupos. A mí me tocó ir a Jacksonville a hacer un curso de Electricidad que duró nueve meses”, recordó. “Luego de ese curso nos juntamos en San Diego con toda la comisión y emprendimos el regreso a Pensacola (Florida) donde nos entregaron los seis aviones.”
En Pensacola los esperaba un nuevo curso y el posterior traslado a la ciudad de Longford donde estaba el portaviones ARA “Independencia”. Allí se embarcaron y llegaron a Buenos Aires el 24 de mayo de 1962. La Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina al mando del capitán Grau quedó conformada ese mismo año y tuvo su primer asiento en Punta Indio.
Según recordó el suboficial Miguel se estaba organizando el UNITAS “que era lo más importante en ese entonces para los aviones Tracker, ya que eran los únicos que podían volar de noche y tenían cualidades que no poseían otras aeronaves de la Armada“.
Un año después, la escuadrilla fue trasladada a la Base Aeronaval Comandante Espora donde tiene asiento actualmente. Durante ese año quedó habilitada para realizar operaciones nocturnas desde el portaviones “Independencia”.
Ocho años en la escuadrilla
Hasta su retiro en 1970, el suboficial Miguel permaneció en la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina. “Cuando llegamos les dimos cursos a todos los nuevos, a cada uno en su especialidad y ahí se constituyó la escuadrilla con la gente de la zona. Los hombres que vinieron en comisión –como no eran de acá– se volvieron a sus lugares”, explicó.
Una de sus primeras funciones en la escuadrilla, además de la de electricista, fue la organización de la misma y el verla nacer hace que hoy el suboficial mayor Miguel sienta una profunda admiración hacia los aviones que la componen. “El Tracker es un avión que resultó fantástico; tal es así que duró 50 años con el mismo formato. Es un avión muy noble”.
Hoy, en su casa de Punta Alta, quiere que llegue el día de la ceremonia conmemorativa del 50º aniversario para “reencontrarme con mucha gente, no de los que fuimos a buscarlos porque muchos ya fallecieron, pero sí con quienes son parte de la escuadrilla identificada con el búho. ¿Por qué? Porque era el único avión que aterrizaba en el portaviones de noche”.
FUENTES CONSULTADAS
GACETA MARINERA digital
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